jueves, 19 de octubre de 2017

Nada.


Después de tantas palabrerías obsoletas, dolientes, torturadoras, te encuentras con el hartazgo de las voces, sonidos que palidecen frente a la emoción desconocida, multinombrada, oculta entre las pieles, desaparecida en la nada. Esa emoción que creímos el sustento de la civilización cuando fue propiedad de Historia porque nunca la comprendimos, incluso con todo y las tecnologías. Hemos caminado con la piel insensible, ya nada nos distrae. Estamos concentrados. Nada.
Sentir la tierra a una fuerza de 8.1 grados despertó en los cuerpos la sensibilidad de sentirla, de esperar sus latidos que impregnan nuestros ojos de miedo. La respeto. Siento la tierra, escucho apenas silenciosos latidos que la han tranquilizado por poco. Siguen latentes sus intenciones de responder a nuestros pasos, a nuestras caminatas insensatas, a nuestra parálisis que le marca la piel, huellas del cementerio de diminutos seres que no comprendemos y que “creemos que no sienten”. Pisamos insectos. Las palabras que ocultan los contenidos hartazgos de frases que obstruyen los códigos de vivir la noche y de vivir el día, de morir la mañana y despertar en una tarde de soledades.
Un día te miras caminando hacia alguna parte de la ciudad, sí, de esta ciudad que se engulle al ser humano, a las mujeres las mira desaparecer, unirse, masturbarse, despertarse y amamantar. Una vez ellas, una vez los ellos, amaron la tierra e intentaron comprenderla. Mirar las estrellas, el cielo, las nubes, sentir el viento, no ha sido el privilegio tan solo de los hombres. Ellas miraron el cielo, la tierra, las nubes y los ríos; ellas, hoy, ya aprendieron, recuperaron la sabiduría de sentir la vida, sentir la tierra. ¿Es miedo o es aprendizaje? ¿Del miedo puedes aprender?
Los hombres también aprendieron, recuperaron la sabiduría de sentir el movimiento de algo que parecía no tener vida. La tierra. El cuerpo nos tiembla. A todos nos tiembla cuando la tierra respira, se acomoda, está muriendo se dice. ¿Está en fase terminal? No. No lo sabemos, yo no lo sé. Mi única verdad, la duda.
Eutanasia social. La tierra. Eutanasia social. La vida. Gente. Los árboles abrazándose de la tierra sobrevivieron. 8.1. Se probó una vez más la vulnerabilidad de la humanidad. Tuvimos la oportunidad. Ángie, no es Ángelica, Ángie dice que hay que aprovechar, M dice que hay que agradecer que estamos vivos. Las estadísticas evidencian el terror del 85. Hay que celebrar, fue de 8.1., hay que agradecer que no fue el 85. Lo lamento. La vulnerabilidad del cuerpo humano, ante lo que sea: odio, olvido, rencor, exclusión, negación.
Pensándolo todos los días, la Eutanasia es un tema a discutir, a comentar, a pensar. ¿Qué historias de este siglo superan a las del XX? Superan en terror, asesinatos, violencia, abandono, olvido, tortura, encierro. ¿Y ese fantasma que ronda la vida, como la muerte, es el amor que no tiene tantas historias que contar. El terror de los siglos de guerra, hambruna, desprecio y odio. ¿Transitamos hacia el sueño de la total relajación humana, las máquinas lo harán por nosotros? Así quedamos absortos ante lo que la humanidad ha construido y mira con orgullo la historia inventada, contada en libros falsos, con sello de oficial.  
Una vez más la humanidad se enfrenta a su vulnerabilidad: los empresarios matan por la demanda y usos de lo que ellos producen, en las tormentas muchos se desaparecen, se nos queda la pregunta, ¿dónde están? Aún con la esperanza de que estén vivos. ¿Están vivos? Los deslaves aplastan las luchas por un lugar donde vivir. La guerra, las guerras son los que somos; sensibles al placer del odio y del poder. Hay palabras que estorban. No nos entendemos. Ayer me di cuenta que ya no se escuchan risas. Las aves se mueren y estoy de luto. Por accidente maté una araña, no controlé la fuerza de mi dedo índice. Hay que llorar para que el luto no ahogue mis días y mis noches, o mis segundos, y mis latidos que me quedan.
No tengo mucho tiempo, pero a veces logro escuchar voces, como aquella que nos recuerda que filosofar es también para aprender morir. No es esquizofrenia ni una regresión. Sí. Que mi cuerpo no se entierre, que se creme, que sirva de composta para el pasto ¿será? Saberes para morir, también es vivir, aprender a vivir. La muerte es un milagro. “Hay que filosofar para aprender a morir”, se lo escuché a Arnaldo Kraus.
8.1.
32 años después del de 7.1. Recuperamos nuestra sensibilidad y ahora sentimos a la tierra, a este mundo que cambia, que muere un poco más, por nosotros, por nuestra descendencia, por nuestros ancestros que querían zapatos de charol y viajes en trenes y paseos por avión; nosotros queremos que la luz se apague sin el esfuerzo de pararnos; muere por que queremos bañarnos con agua caliente, y queremos la comida servida. No desaprendimos todo. Ahora siento la Tierra.
Los platos quedaron abandonados, las camas sin sacudir, los libros silenciados. Para el futuro quedan los platos sucios, las camas sin sacudir, los libros silenciados, sin la vida que les de vida con el color, y con los olores de las humedades de noches de... La muerte nos alcanzará en cualquier momento. Otra vez, el presente también nos hemos visto ante nuestra fragilidad. Jo. No somos invencibles, nos alcanzará y unos reposarán en los féretros, otros en las fosas, otros en tierras desiertas.

Norma Patricia.
19 de octubre 2017
Naderías y resonancias.
npaezgalicia@yahoo.com.mx

martes, 3 de octubre de 2017

ANDAR ERRANTE


Después del temblor

La crisis del país se acentúo con lo que ahora han experimentado las personas de diferentes edades. Por las evacuaciones forzadas ante los desastres producidos por los temblores recientes, muchos han tenido que abandonar lo poco o casi nada que quedó de su patrimonio: apenas un departamento que guardaba actas de nacimiento, libros, muebles, alimentos, camas, cobijas, trastes, aquello que le daba la calidez a sus hogares. Se instalaron áreas de refugio para personas y animales que se perdieron de los brazos de sus familias.
La solidaridad de los jóvenes, mujeres y hombres, que se unieron en brigadas de rescate han roto con la visión adultocéntrica que les criticaba como seres inertes, apáticos, sin embargo, sus acciones han demostrado que la sociedad que les precedió algo les dejó. Amor y solidaridad es lo que en las calles se aglomeraron. A pesar del panorama que está dibujado ante nuestros ojos, como parte de las generaciones que se entrecruzan, que interactúan, no nos da para pensar en lo que nos impide unirnos y tomar decisiones que nos favorezcan, decisiones que promuevan el bienestar para todas las personas.
¿Qué viene, qué procede?, son de las preguntas que asaltan después de abandonar sus lugares de trabajo, sus casas y a sus familias. ¿Por cuánto tiempo se les dará alojamiento en las casas que abrieron sus puertas a las personas que quedaron a la intemperie? Los jóvenes que no vivieron el terremoto del 85 o las consecuencias de éste, no podían comprender lo que les tocó vivir a las generaciones que les dio vida. De hoy en adelante estará instaurada entre sus recuerdos y en el total de su memoria lo que vivimos el pasado 7 y 19 de septiembre, el primero de 8.2 grados, el segundo de 7.1; este último más dañino, aunque no como en el del 85 dicen muchos testimonios; así lo cuentan las generaciones que vieron las pilas de las personas muertas, en proceso de descomposición. Los olores que se expandía prevenían otra catástrofe.
En los pasillos, en las calles, en el metro, en todas partes cada uno narra cómo logró salvarse, qué hizo y en cuánto tiempo salió de las instalaciones donde se encontraban. Las narraciones recuerdan el horror de no poder abrir las puertas. Los muertos se salvaron de morir de un infarto, del miedo que aterrorizó los segundos, de las muertes de sus familiares, de las desapariciones ficticias con que los medios de comunicación jugaron para beneficio propio. La sociedad está indignada, está de luto y está solidarizada.
¿Qué nos deja las experiencias que hemos vivido en este último mes? ¿Qué aprendimos? Apenas en algunos lugares se reforzarán las columnas, en otros se implementarán protocolos de evacuación y refugio. Se colocarán extinguidores y reconoceremos los posibles lugares que nos den la oportunidad de salvarnos. Morir o vivir. Estuvimos en medio de las trabes, abrazados de las columnas, momentos en los que unos sintieron que la muerte había llegado por ellos.
Hay que celebrar los que estamos vivos, hay que rendir homenaje a quienes murieron y no encontramos. Rendir homenaje a quienes trabajaron día y noche por ayudar y salvar a más personas.
¿Qué aprendimos? ¿Es el momento de hablar del proceso electoral del 2018? Pue sí, es el momento. ¿Qué partido tomará el poder?
En los últimos días hemos visto el desempeño de los partidos políticos, de los gobiernos en turno, ¿qué hicieron?, ¿lo hicieron bien?, ¿soltaron los recursos que se requirieron para afrontar los desastres causados por los temblores recientes o por los que vendrán? Nos queda por evaluar sus acciones y si éstas fueron efectivas. ¿Por qué? Porque hay que pensar sobre lo que nos depara el futuro, si es que podemos hablar de futuro. Vivimos en una zona sísmica, y hay que acostumbrarnos y hay que aprender a sobrevivir y hay que vigilar que se ejecuten los recursos destinados para enfrentar los desastres.

Vivir o morir

La muerte nos alcanza a todos, aun así, esperamos que la muerte no nos alcance y que podamos sobrevivir aplicando estrategias reales a nuestras condiciones. ¿Cuáles son esas condiciones? Al salir de los edificios habitacionales, miras alrededor y no hay un lugar seguro. Las calles están atestadas de monumentos, faros, postes de luz, de muros frágiles dañados por el sismo o resquebrajados por la calidad de los materiales utilizados. No hay un lugar para resguardarse después del sismo. En casa, los edificios de las unidades habitacionales están juntas, a penas separadas por algunos centímetros, los reglamentarios, pero no los necesarios para poder evitar que un edificio afecte al que está al lado. 
Así no escuchamos. En el camino se cuentan historias de esas personas muertas por el derrumbe de sus casas. Lorna Martínez Skossowska dejó su patrimonio cultural, libros. Donación para el mundo, para México que murió junto con ella, una y otra vez, cada que rescataron los cuerpos muertos, y vivieron como un milagro los cuerpos vivos también. De luto la comunidad recibió el patrimonio cultural: entre escombros se rescataron libros, letras impresas, palabras contadas, una memoria callada esperó hasta el rescate de su lectora. Lorna fue encontrada el 21 de septiembre, se declaró en los medios de comunicación.

2017-1985. 19 de septiembre

El patrimonio cultural tangible también está afectado. Sitios reconocidos como patrimonio cultural se desplomaron ante los ojos de quienes los apreciaban. Los arcos de las iglesias, las cúpulas desplomadas ya no contarán su historia por sí mismas. El mundo cambia a pesar nuestro, la fragilidad de la humanidad frente a la naturaleza es evidente ¿lo ven, ven esa fragilidad?

29 de septiembre de 2017
Norma Patricia
npaezgalicia@yahoo.com.mx

lunes, 17 de julio de 2017

Reseña No Mamenaces

Click

Utopía Urbana se presentó en el GisJuglar con la obra No Mamenaces, el pasado 10 de junio de 2017. Gracias a la gestión de Maia Andrea tuvimos la oportunidad de conocer a la agrupación teatral en el contexto de las reuniones del Grupo Interdisciplinario de Sexualidad.  
El título de la obra No Mamenaces se presta para pensar en diferentes escenas comunes, y donde el gesto de la amenaza, de la percepción del riesgo implica la repuesta “¡no me amenaces!”. ¿Cuál es la amenaza? Los planteamientos que exponen a través de la obra fueron provocadores: equidad de género, violencia, liberaciones, una historia escrita por Armando Flores.
En la historia que nos cuenta Utopía Urbana se recrea cómo se gesta el círculo de la violencia que se hila de manera constante, que se expresa en diferentes formas y dosis, y donde los puntos nodales en la hilaza son el perdón y el golpe. La historia contada por los actores Roberto Vázquez y Janis Alatriste tiene un final con una propuesta: la reflexión en torno al círculo o la espiral de violencia, este último como dice María J. Rodríguez Shadow; y la liberación. En el noviazgo, la pareja es quién reproduce el círculo, en el matrimonio cada uno de los miembros de la familia lo reproducirán hasta que alguno desee, quiera, pueda salir de la espiral. Las mujeres son víctimas pero también los hombres que viven sus miedos, sus rencores, sus celos, emociones que no controlan y les producen dolor.
Los actores experimentan la vida de la otredad, encarnan las emociones de sus personajes, y entonces, ¿qué sienten por ellos, odio, amor, repugnancia, agradecimiento?
Con los pasos que se han dado por la erradicación de la violencia hacia las mujeres se han desencadenado desafíos, retos que le incumben a las sociedades machistas, misóginas, sexistas, retos que implican reconocer que las relaciones personales pueden experimentarse sin violencia. Esto no es nuevo, otras personas lo han puntualizado. En el siglo XXI nos vemos en coincidencia, por ejemplo, con María J. Rodríguez Shadow cuando se plantea la pregunta ¿por qué continua la violencia hacia las mujeres?, ella responde [léase en la revista Vertientes, 2017], y el resto de la “familia mexicana”, ¿qué ha pensado?
La obra No Mamenaces es una manera de contar historias de cambio, ejemplos que dan cuenta de cómo las personas encuentran las condiciones, las motivaciones y los deseos para cambiar comportamientos, creencias, conductas, patrones, contenidos que impiden la erradicación de la violencia. Click.
El círculo de la violencia en el noviazgo, en la relación matrimonial que viven las mujeres, que viven las parejas o las familias comenzó a vislumbrarse con las primeras escenas. La historia que veíamos, que escuchábamos nos pedía un final, la denuncia de la violencia en las relaciones de familia y en el noviazgo. Sin embargo, no quedó ahí lo que sucede. Un parte aguas de la historia de No Mamenaces fue la posibilidad de liberarse. Pero, ¿liberarnos?, ¿cómo, cuándo, de qué y para qué?, ¿qué se requiere para plantearse la liberación?, ¿qué partes de nuestras culturas tenemos que dejar de usar para liberarnos, de la violencia?, estas son preguntas que cada persona encuentra en su interior, pero, ¿cómo?
¿En nuestra vida cotidiana cuántos más se suman al cambio?
Después de la obra, Utopía Urbana se quedó a platicarnos de sus experiencias, de su trayectoria, de cómo las personas externaban lo que pensaban de las historias que cuentan. Una pregunta que detonó la conversación fue, ¿el teatro cura?  
En esta invitación, para conocer el trabajo de Utopía Urbana, les dejo algunas evidencias del gesto de actores y espectadores en la presentación NO Mamenaces, cada uno experimentando la historia.























15 de julio 2017
Norma Páez
npaezgalicia@yahoo.com.mx
Instituto Interdisciplinario de Estudios Aplicados Lou Andreas Salomé, A.C.