Después
del temblor
La crisis del país se
acentúo con lo que ahora han experimentado las personas de diferentes edades. Por
las evacuaciones forzadas ante los desastres producidos por los temblores
recientes, muchos han tenido que abandonar lo poco o casi nada que quedó de su
patrimonio: apenas un departamento que guardaba actas de nacimiento, libros,
muebles, alimentos, camas, cobijas, trastes, aquello que le daba la calidez a
sus hogares. Se instalaron áreas de refugio para personas y animales que se
perdieron de los brazos de sus familias.
La
solidaridad de los jóvenes, mujeres y hombres, que se unieron en brigadas de
rescate han roto con la visión adultocéntrica que les criticaba como seres
inertes, apáticos, sin embargo, sus acciones han demostrado que la sociedad que
les precedió algo les dejó. Amor y solidaridad es lo que en las calles se
aglomeraron. A pesar del panorama que está dibujado ante nuestros ojos, como
parte de las generaciones que se entrecruzan, que interactúan, no nos da para
pensar en lo que nos impide unirnos y tomar decisiones que nos favorezcan,
decisiones que promuevan el bienestar para todas las personas.
¿Qué
viene, qué procede?, son de las preguntas que asaltan después de abandonar sus
lugares de trabajo, sus casas y a sus familias. ¿Por cuánto tiempo se les dará
alojamiento en las casas que abrieron sus puertas a las personas que quedaron a
la intemperie? Los jóvenes que no vivieron el terremoto del 85 o las
consecuencias de éste, no podían comprender lo que les tocó vivir a las generaciones
que les dio vida. De hoy en adelante estará instaurada entre sus recuerdos y en
el total de su memoria lo que vivimos el pasado 7 y 19 de septiembre, el
primero de 8.2 grados, el segundo de 7.1; este último más dañino, aunque no
como en el del 85 dicen muchos testimonios; así lo cuentan las generaciones que
vieron las pilas de las personas muertas, en proceso de descomposición. Los
olores que se expandía prevenían otra catástrofe.
En
los pasillos, en las calles, en el metro, en todas partes cada uno narra cómo
logró salvarse, qué hizo y en cuánto tiempo salió de las instalaciones donde se
encontraban. Las narraciones recuerdan el horror de no poder abrir las puertas.
Los muertos se salvaron de morir de un infarto, del miedo que aterrorizó los
segundos, de las muertes de sus familiares, de las desapariciones ficticias con
que los medios de comunicación jugaron para beneficio propio. La sociedad está
indignada, está de luto y está solidarizada.
¿Qué
nos deja las experiencias que hemos vivido en este último mes? ¿Qué aprendimos?
Apenas en algunos lugares se reforzarán las columnas, en otros se implementarán
protocolos de evacuación y refugio. Se colocarán extinguidores y reconoceremos
los posibles lugares que nos den la oportunidad de salvarnos. Morir o vivir.
Estuvimos en medio de las trabes, abrazados de las columnas, momentos en los
que unos sintieron que la muerte había llegado por ellos.
Hay
que celebrar los que estamos vivos, hay que rendir homenaje a quienes murieron
y no encontramos. Rendir homenaje a quienes trabajaron día y noche por ayudar y
salvar a más personas.
¿Qué
aprendimos? ¿Es el momento de hablar del proceso electoral del 2018? Pue sí, es
el momento. ¿Qué partido tomará el poder?
En
los últimos días hemos visto el desempeño de los partidos políticos, de los
gobiernos en turno, ¿qué hicieron?, ¿lo hicieron bien?, ¿soltaron los recursos
que se requirieron para afrontar los desastres causados por los temblores
recientes o por los que vendrán? Nos queda por evaluar sus acciones y si éstas
fueron efectivas. ¿Por qué? Porque hay que pensar sobre lo que nos depara el
futuro, si es que podemos hablar de futuro. Vivimos en una zona sísmica, y hay
que acostumbrarnos y hay que aprender a sobrevivir y hay que vigilar que se
ejecuten los recursos destinados para enfrentar los desastres.
Vivir o morir
La muerte nos alcanza
a todos, aun así, esperamos que la muerte no nos alcance y que podamos
sobrevivir aplicando estrategias reales a nuestras condiciones. ¿Cuáles son
esas condiciones? Al salir de los edificios habitacionales, miras alrededor y
no hay un lugar seguro. Las calles están atestadas de monumentos, faros, postes
de luz, de muros frágiles dañados por el sismo o resquebrajados por la calidad
de los materiales utilizados. No hay un lugar para resguardarse después del
sismo. En casa, los edificios de las unidades habitacionales están juntas, a
penas separadas por algunos centímetros, los reglamentarios, pero no los
necesarios para poder evitar que un edificio afecte al que está al lado.
Así
no escuchamos. En el camino se cuentan historias de esas personas muertas por
el derrumbe de sus casas. Lorna Martínez Skossowska dejó su patrimonio cultural,
libros. Donación para el mundo, para México que murió junto con ella, una y
otra vez, cada que rescataron los cuerpos muertos, y vivieron como un milagro
los cuerpos vivos también. De luto la comunidad recibió el patrimonio cultural:
entre escombros se rescataron libros, letras impresas, palabras contadas, una
memoria callada esperó hasta el rescate de su lectora. Lorna fue encontrada el
21 de septiembre, se declaró en los medios de comunicación.
2017-1985. 19 de septiembre
El patrimonio
cultural tangible también está afectado. Sitios reconocidos como patrimonio
cultural se desplomaron ante los ojos de quienes los apreciaban. Los arcos de
las iglesias, las cúpulas desplomadas ya no contarán su historia por sí mismas.
El mundo cambia a pesar nuestro, la fragilidad de la humanidad frente a la naturaleza es evidente ¿lo ven, ven esa
fragilidad?
29
de septiembre de 2017
Norma
Patricia
npaezgalicia@yahoo.com.mx
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