La modernidad que comenzó a cristalizarse en el siglo XVI,
supuso la desaparición paulatina de
la magia: ese conjunto de prácticas y de creencias, de lenguajes y necesidades
que explicaron alguna vez la propia existencia. Aún en el siglo XXI ésta responde
a una serie de preguntas que las personas se plantean, de manera individual o
colectiva. La magia forma parte de la historia de la humanidad que está transformándose,
instalándose, reformulándose de acuerdo a los contextos, a las situaciones que
le insuflan vitalidad y la renuevan, que forman parte de lo que Fernand Braudel
llamó “marcos mentales de larga duración”. Pero ¿qué creencias y qué
prácticas sobreviven en nuestros tiempos? ¿Qué es lo eficaz y activo de la
magia en nuestro presente? ¿Cuándo es necesario usar la magia? ¿Cuáles son las
problemáticas por los que acuden a la magia: ¿daños, envidia, desamor, celos, pobreza, miedos, odios,
enfermedades, amor, suerte, carisma, deseo de poder?
A través
del volumen 63 de la revista Dimensión
Antropológica: Anne J. Warren (coordinadora del dossier), Antonio Machuca, Zenia Yébenes, Laura Herlihy y Raymundo Mier promueven una “cómoda conversación”, entre quienes
han estudiado la magia desde aristas que implican la brujería, el shamanismo,
el curanderismo, la psiquiatría y otras prácticas que han respondido según las
necesidades de las personas. La conversación continúa en torno a la magia y el pensamiento
mágico, y todo lo complejo que implica para algunas sociedades, comunidades o
personas en sus propios contextos lo que se concibe como modernidad. El
desarrollo de la magia en diferentes contextos sociales, temporales habla de
esa elasticidad en el tiempo, cuya utilidad da continuidad a un sistema de
creencias.
Modernidad y magia, quizá,
para las futuras generaciones sean
también dos temas centrales para curarse, para entenderse, para explicarse en
el mundo en que habitan o para cumplir sórdidos deseos que se mascullan entre
dientes. Magia, religión y modernidad−ciencia: son hilos que evidencian las
continuidades de muy larga duración y de una falsa idea de progreso que solo define la invención y control de
las tecnologías y no del cambio de las mentalidades, del imaginario social que
se representa a través de prácticas, rituales, mitos y otros medios de
transmisión visual, oral, escrita, gestual, aun cuando hoy nos digamos
“modernos” distanciados de lo supuestamente “primitivo”.
Generaciones
pasadas y presentes reproducen y ocupan esos conocimientos que se entretejieron:
prácticas, mecanismos, leyes, reglas, prohibiciones, creencias, ritos;
conocimientos diluidos en las culturas, a veces espesos como la pintura a punto
de secarse, a veces frágiles ante el pensamiento crítico, diverso, amorfo, pero aún útil para la diversidad
de sociedades y personas; conocimientos utilizados para definir o distanciarse
de la religión, o para legitimar la ciencia frente a la religión.
Las
aportaciones que se publican en el volumen 63 de la revista Dimensión Antropológica son temas que mueven a las
generaciones de estos días, de estos años, de generaciones de diferentes edades
que viven y han crecido juntas. Por los contextos del siglo XXI, por el
tránsito cultural, tecnológico, social, político que significó para muchos de
las generaciones nacidas en el XX. Por lo anterior resulta interesante la
compilación de investigaciones, preguntas y respuestas que se publican en este
número.
Este dossier
temático, me parece, gira en torno a dos preguntas: ¿por qué hasta nuestros
días el sistema mágico-religioso persiste? Y ¿de qué manera la magia ha
funcionado en un mundo globalizado, tecnologizado, civilizado? ¿La persistencia
en el uso de los saberes mágicos, religiosos y científicos depende de las
preguntas y conflictos que experimentan las personas?
El dossier
lo integran cinco artículos, una aportación fotográfica en la sección de
cristal bruñido y tres reseñas. Para concentrarnos en las colaboraciones que
dan forma a este dossier de magia y
modernidad inicio recomendando “La fotografía: tiempo de fantasmas”.
La foto al aire libre: “pajarito, pajarito”
La colaboración de Juan
Manuel Aurrecoechea, “La fotografía: tiempo de fantasmas”, que a diferencia
de las primeras aportaciones publicadas en la sección de Cristal Bruñido, el autor analiza una fotografía. Llama la atención
ya que desde el volumen 40 hasta el 75 han sido selecciones de entre 15 y 20
fotografías históricas, y con Juan Manuel nos vemos provocados a recordar
fotografías propias, que quizá habíamos olvidado, a través de una foto
familiar: una propia, entre las muchas guardadas en los albúmenes familiares. Las
fotografías de las y los personajes, de los paisajes, de las calles y los barrios
tienen su valor dado por quien vive el recuerdo: las fotografías son un
microrrelato o una serie de microrrelatos que le provocan al que mira. ¿Cuántos
microrrelatos podrían crearse alrededor de una sola fotografía? ¿Qué detalle
nos atrapará para inferir lo que pudo haber pasado en el momento de la toma
fotográfica? Con el aumento del uso de celulares, los recuerdos están en el
riesgo de perderse; ya no imprimimos los atisbos de la memoria, en positivo
quizá. Sin que se tenga que acudir a los archivos o las bibliotecas, mirar esos
fragmentos del pasado en la sección Cristal
Bruñido nos ofrece la posibilidad de un acercamiento al objeto del deseo,
de la añoranza, del recuerdo espontaneo y del homenaje a quienes están ausentes
o quienes estuvieron de paso.
El escenario
creado fuera de los estudios fotográficos, al aire libre, fue parte de los cambios
que se vieron en el siglo XX. En el uso de una tecnología que no estaba en las
manos de la mayoría fue la profesión de unos cuantos, aquellos que podían
invertir en los estudios de foto, en las primeras cámaras y todo aquello que
implicó la fotografía. La mirada de Gustavo Amézaga nos permitió fijarnos en
detalles de la fotografía que analiza Juan Manuel Aurrecochea, los cuales quizá
habrían pasado desapercibidos: los telones de fondo. Como paseo virtual de los
estudios del siglo XIX, un referente es Gustavo Amézaga, cuyas investigaciones nos
permiten cuestionarnos sobre la utilidad de los fondos pintados al óleo en
espacios cerrados y luego el uso de telones pintados al aire libre.
Ahora, frente
a la cámara están determinados por la usabilidad de las digitales integradas a
los celulares no sólo por la socialización de las tecnologías, también por la
percepción que las personas tienen de sí mismas a partir del contexto cultural
en el que se encuentren. De la magia a la
tecnología, en el proceso de la apropiación de las tecnologías,
en su uso, por ejemplo, la infancia ya no descubre, ya no inventa, creen
algunos. Lo que dice Levin
al respecto es que ya no tienen experiencias corporales-espaciales-temporales.
Entonces la pregunta es ¿cómo las actuales generaciones explican sus percepciones
del mundo, de lo externo?, ¿cómo responden ante esas percepciones?
Se supuso
que el desencantamiento se produciría a través de la educación, sin embargo, para
el sector que se inscribe en los límites de lo normal no se logró. En mi
lectura Antonio Machuca se pregunta
por qué reaparece o se usa, o se reutiliza en contextos donde se supondría que la
ciencia se ha instalado. Mientras que no se conocía la naturaleza, la
magia fue la respuesta ante el miedo, ante el hambre, la competencia y la
violencia que pudo generarse por el frío, por el calor o por la oscuridad. En
este sentido la magia y las tecnologías estaban separadas, según las
investigaciones de Rodrigo Díaz Cruz, donde la primera pretendía aumentar la
eficacia de la segunda. La función de la magia era
potenciar la eficacia del medio o el poder para cumplir con el deseo producido
por el amor, el odio, el rencor, la generosidad, las emociones, por el poder, etcétera.
La ciencia pretendía responder de otra manera, a diferencia como la magia
contestaba ante ciertas situaciones. Así pues, debido a la socialización de las
tecnologías, las respuestas determinantes de la ciencia han conducido a la
humanidad a que pierda su capacidad de asombro, sus habilidades y competencias
para crear y preguntar, ese es el rumor.
La magia, por
sí misma no se explica, igual que la religión y la ciencia, ante los diferentes
contextos pretenden responder a las preguntas y las incertidumbres que no
tienen respuestas inmediatas a quiénes no les ha interesado explicarse, quiénes
usan los medios sin pedir explicaciones o sin preguntar cómo funciona: estamos
hablando de confianza. Las personas, las
sociedades han revitalizado la magia, el “encantamiento” continúa en uso porque
no todo se explica o porque de todo no se tienen certezas.
Desde la
visión occidental algunas de las respuestas que generan las personas frente a
diferentes situaciones de conflictos o necesidades vivenciales, a nivel
individual y/o colectivo, han sido consideradas como “patologías”: la
superstición o las prácticas mágicas son marcadores limítrofes de binarismos
como normal - anormal, sano-enfermo, racional-irracional, patológico o no,
herético. En este sentido Raymundo Mier
en su aportación “Ritualidades mágicas: relevancia pragmática y liminaridad” expone
la condena intransigente con que se
mira a quien participa o hace uso de la magia, esto ha sido porque la ciencia y
la religión se ubican del lado de lo “normal”, en esto coinciden Zenia Yébenes
y Raymundo Mier. He ahí las evidencias de los siglos XVII, XVIII y XIX donde se
buscó erradicar la superstición, el uso de plantas medicinales, el uso de
rituales que confrontaban al pensamiento científico con los conocimientos que
se generaban en las comunidades, conocimientos englobados en torno a la magia. Aunque
del lado de quienes se rigen de la magia, también existe esa intolerancia hacia
quienes no pertenecen o asumen la magia: entonces, ¿cuáles son los efectos de
no creer o de pensar diferente?
Las
reflexiones antes mencionadas me recordaron a Bernardo B. Zimerman y su novela La risa, leamos el siguiente párrafo:
“En este
poblado, cercano a la periferia de la gran ciudad, quien no cree en la brujería
es visto como un rebelde necio, porque rechaza algo que todos aquí admiten como
verdadero. Algunas veces útil y necesario y otras perjudicial y temido. Quien
desprecia los poderes de los brujos es tildado de tonto y sin defensa alguna
contra sus enemigos, abiertos y ocultos. Casos tremendos, lo mismos que sucesos
afortunados, debidos a la magia de los hechiceros pasan de boca en boca. Casi
nadie se atreve a pensar diferente de como lo hacen todos los vecinos de este
lugar”. La risa, p. 7.
Lévi Strauss
en 1956 se preguntó
¿qué pasa cuando no se logra o no se cumple con el objetivo al hacer uso de la
magia, desde la amplitud del concepto? Cuando
lo normalizado, llámese magia, ciencia o religión, se fractura o es cuestionado,
el impacto en las relaciones personales se evidencia en las respuestas.
La
aportación de Anne Warren Jhonson
muestra cómo en el contexto de Guerrero donde realizó su investigación, son los
hombres quienes tienen un papel protagónico en el uso de la magia, y donde la
intervención de las mujeres causa cierta tensión. Desde la perspectiva de
género, los roles asignados históricamente se imponen normativas a través del
ritual, de una festividad, de la repetición y de la naturalización de los
binarismos que impiden la participación de las mujeres en espacios considerados
exclusivos de los hombres. Aunque su objetivo de Anne es otro, o por lo menos
no lo profundiza en su investigación, la descripción de las prácticas mágicas
nos permite ver la exclusión de las mujeres en estos espacios donde el ritual y
lo sagrado interactúan. Es decir, la normativa del ritual naturaliza la
exclusión de las mujeres y la defensa de los hombres por el ritual
¿“masculino”? En el que los jóvenes de Teloloapan, que según referencias dadas
por Anne, participan del performance con el propósito de demostrar su
masculinidad y su juventud.
En su
investigación “Máscaras, memoria histórica y magia del Estado”, Anne visibiliza
el testimonio de los artesanos que explican cómo surgió el uso de las máscaras
y cómo su transformación se logró mediante la reproducción de la memoria
mediante la transmisión del discurso visual de generación en generación. Las
fotografías que nos comparte podemos observar en cada uno los detalles la idea
de una lucha por la independencia, de la idea de la Historia oficial. Al
respecto, la conferencia de Gilhem Olivier nos permite comprender por qué,
según cuentan los artesanos que entrevista Anne, los insurgentes propagaron que
Teloloapan estaba “lleno de diablos y espíritus infernales” (p.77). Efecto del miedo: la huida de los realistas ante la presencia de
los “diablos de Telolopan” se produce ante la predisposición cultural de los
españoles ante las imágenes difundidas. De aquel momento, según la narración de
los artesanos, queda instituida la importancia de las máscaras en Teloloapan
hasta nuestros días, la continuidad que observa Anne J. Warren es el uso del temor
que buscan infundir, a través de la incorporación de diablos, monstruos y la
muerte en la hechura de las máscaras. Apropiación y autenticidad de una cultura
para promover el reconocimiento de una identidad forjada por una leyenda, un
mito o un cuento local, autenticidad de lo original y apropiación de una
historia oficial.
Así, también
podemos acercarnos desde la perspectiva de género al trabajo de Laura Herlihy “Magia amorosa, autonomía
política y posmodernidad”, a través del cual evidencia cómo son las mujeres las
que tienen o buscan tener un papel relevante en el uso de la magia “amorosa” e
intervención en la política. Para ellas el uso de la magia es una alternativa
económica y un recurso que provee de seguridad, tranquilidad, certidumbre antes
las relaciones de pareja y la vulnerabilidad económica. Para el caso que expone
Laura nos provoca pensar en las percepciones que tienen las personas en el uso
de la magia amorosa, construidas a partir de estereotipos y roles de género
asignados a hombres y mujeres, es decir, en este sentido ¿cómo se explican las
personas que los hombres salgan de los roles de género? La respuesta que dan es
que “están embrujados”. Estar embrujados evita asumir que los cambios tienen
que ver con el cambio de los patrones culturales imperantes.
Los ritos,
los mitos, el lenguaje, entre otras prácticas que constituyen la magia
establecen conductas sociales, roles de género, percepciones del medio que
determinan las acciones de las personas. La enfermedad, la
infidelidad, la incertidumbre, la pobreza, la discriminación, los celos, la
violencia, al mismo tiempo son el límite de lo habitual y al mismo tiempo de lo
cotidiano, ¿cómo afrontan las personas las situaciones límite? La magia, la religión
y la ciencia pueden ser la respuesta de esas situaciones límite: el pensamiento
religioso, mágico, científico y el crítico que da paso a la selección entre uno
u otro, aquel que le explique lo que siente, lo que vive, lo que cuestiona. Las
sociedades a las que están inscritas las personas les provee de recursos
socio-culturales para afrontarlos de tal manera que el impacto no obstruya su
desarrollo u obstaculice la construcción de su bienestar.
Ante los
cambios que se están viviendo en el siglo XXI, la carencia o ausencia de
habilidades para el manejo del sufrimiento, causado por los “problemas que se
presentan en la vida” es lo que nos puede provocar pensar en la ineficacia o la eficacia de la magia, la
ciencia y la religión.
Toda nuestra
ciencia, comparada con la realidad, es primitiva e infantil... y sin embargo es
lo más preciado que tenemos. ALBERT EINSTEIN (1879-1955)
Las
creencias mágicas, religiosas o científicas, las veo como útiles inhibidores
sociales o útiles respuestas ante lo que Zenia
Yébenes nombra como patologías o
síntomas de la esquizofrenia, en su colaboración “La razón moderna, la razón
hechizada. Psicopatología de la superstición en el orden contemporáneo”. En
parte porque a través de los lenguajes del pensamiento mágico las personas se
explican así mismas, de esta manera mientras no exista otras maneras el
pensamiento mágico es un mecanismo de defensa ante la incertidumbre. En un
contexto donde la modernidad ha separado las creencias “legitimadas” por
disciplinas como la medicina, la psicología, las conductas relacionadas con
ésta son consideradas como predictores de la esquizofrenia, sin embargo, habría que
considerar que para quienes confían en la magia no hay nada de “fantástico, ni
falso, ni primitivo”, es real y a histórico, una magia que vive y se vive.
La
investigación de Zenia provoca varias preguntas, una es: ¿Qué fuentes nos
podrían decir acerca del aumento o no de la esquizofrenia, en uno y otro
contexto, el rural, el urbano, el semi-rural? Antes de comenzar a leer la
aportación de Zenia Yébenes sugiero iniciar con Enfermedad mental y personalidad de Michel Foucault.
La continuidad de la magia
Las sociedades han practicado e interiorizado la magia a
lo largo de sus historias, los conocimientos se reproducen. La manera en que
sus pacientes se explican la experiencia de la esquizofrenia nada tiene que ver
con la medicina que creó el lenguaje, no es obligatorio que quienes lo
experimentan tengan que explicarlo con definiciones y categorías inventadas por
la psicología o la psiquiatría, finalmente no son ni psicólogos ni psiquiatras.
Así en las comunidades urbanas o rurales, ante la incertidumbre la magia se
piensa como una de las tantas maneras de afrontar los conflictos políticos,
económicos, sociales, culturales y psicológicos, sus mecanismos se usan para
lograr contener también la violencia.
Por ejemplo
Fabiola Y. Chávez piensa que “el latente
temor de un castigo actúa como catalizador y transforma el probable evento
natural en un evento sobrenatural”. El
descontrol de las emociones, de los sentidos, les lleva a las personas a vivir
la incertidumbre, a vivir experiencias que les angustia, que les asusta, que
les duele, que no pueden definir o es así que lo significan para evitar menos
angustia, y ¿cuándo no funciona ni la magia, ni la religión o la ciencia? A
través de su investigación Fabiola Y. Chávez muestra como las consecuencias “patológicas”
se agravan según la propensión de las personas para creer o no, creencias en
los referentes culturales que la producen, que la explican o que la curan. Aunque
la colaboración de Fabiola no forma parte del dossier, entre otras
investigaciones que cito en esta reseña, su aportación contribuye a reflexionar
en una de las aristas de la magia.
La magia como resiliencia
ante el mundo
La resiliencia es un concepto que recién se nombra con
asiduidad, sin embargo la construcción de éste ha dependido de las aportaciones
individuales y de los colectivos por generaciones y entre generaciones, así
constituida por creencias comunales, pautas culturales, creencias sobre sí
mismas o de sí mismas. Los contextos donde nace, vive y muere la humanidad son cambiantes, las
dinámicas de estos cambios requieren de las acciones humanas, depende de qué
tanto se aferren a los parámetros culturales que dan continuidad a ciertas
“certidumbres”, que requieren algunas personas para sobrevivir al mundo. ¿Cómo
describiríamos el contexto mundial por la que atraviesa la humanidad?
En cuanto a
la magia y a su uso, la pregunta de Armando U. Cerón
resulta pertinente, “¿Por qué hay diversas maneras de enfrentar las mismas
condiciones a las que socialmente se está expuesto? En el uso de la magia nos encontramos a quienes creen y a quienes ostentan
del poder de lo mágico. Una vez acostumbradas las personas a la ciencia, a la
religión y a la magia no se pregunta por las causas y los efectos, no se cuestionan
el origen, solo buscan los beneficios; practican los rituales y lo que conlleva
la magia, la ciencia y la religión sin preguntarse quién los inventó y de cómo
se constituyeron en sistemas de ideas, conocimientos y explicaciones. Se usan, se
utilizan de acuerdo a sus necesidades porque tienen efectos “positivos o
negativos” según lo que observaron, porque además las prácticas mágicas dan
respuesta a los conflictos y a las tensiones.
Con el
surgimiento de la ciencia también surge la automedicación, y la afirmación de
que la tierra no es cuadrada. La ciencia, la religión y la magia crearon
certidumbres, verdades, afirmaciones que le dieron sentido a la vida humana, en
la salud y en la enfermedad, en la construcción de relaciones personales; pero
que también crearon normatividades valoradas y discriminadas que han negado los
derechos a ser diferente; y que tampoco provocan la sorpresa.
Las
transiciones que implica la migración, la muerte cercana de un pariente o un
familiar, de pasar del trabajo en el campo a la industria, se enfrentan o se
explican de acuerdo a los recursos culturales que se tengan a la mano; en las
personas está lo mágico, lo religioso y lo científico–lo moderno; cada una
provee de herramientas culturales para significar las distintas situaciones que
viven. Por ejemplo Paul Hersch y Raúl García Contreras muestran cómo entre los
jóvenes de las comunidades Na savi de Guerrero la brujería se ha convertido en
un bien de prestigio y como una actividad remunerada, con el cual adquieren
ciertas capacidades para gestionar los conflictos comunitarios; otro ejemplo de
uso de la brujería para gestionar la violencia, por ejemplo léase la
investigación de Mónica Marín, Prostitución
y religión: el Kumbala bar y el culto a San Simón en un lugar llamado Macondo
de la frontera, México-Guatemala.
Componentes heterogéneos: entre magia, religión y ciencia
Investigaciones recientes han reflexionado en torno a la
definición de la resiliencia, un término cuyos orígenes se remontan a la
existencia misma de la humanidad, y que conjunta una serie de componentes que
emanan de las fuerzas internas y las
externas, éstas últimas construidas y utilizadas de acuerdo a las condiciones
o situaciones en que se encuentren las personas. Un concepto discutido,
historizado, y que define la totalidad de las personas, del cuerpo humano, de
la vida humana. Por ejemplo, las curaciones que se emplean para evitar o
expulsar las enfermedades o síndromes culturales, que son los saberes y
mecanismos accionados para lograr un fin. Y en los contextos de conflictos
comunitarios el pensamiento mágico, la magia, se recrean también como
actividades de contención ante la violencia, el desamor, la escasez de empleo,
y como mecanismos en sí de defensa ante lo inexplicable.
Las
enfermedades físico-mentales que experimentan las personas se curan o se
padecen según el contexto en que se encuentran. Por ejemplo, Eliana Acosta encontró entre los nahuas
de Pahuatlán, Puebla, que la conformación de la persona, el estado salud y el
de enfermedad tienen que ver con las relaciones sociales que las personas
establecen en la familia, en la comunidad y con entidades sobrenaturales.
Cuenta que en las personas se constituye dos tipos de fuerzas, una que está
desde que la persona nace, y otra que se construye gracias a las relaciones
personales que establecen a lo largo de sus vidas, “fuerza de acción”, con
ambas puede afrontar las distintas situaciones, ¿casos de resiliencia
individual y colectiva?
La magia es
usada, actualmente, por estudiantes, políticos para mantenerse en algún
cargo, las mujeres y los hombres sin empleo, sin afectos, con problemas
emocionales, en fin, la magia conjunta saberes
para vivir el dolor, los deseos, las envidias y lo que nos hace humanos,
¿demasiado humanos…? Se ha producido abundantes investigaciones que dan cuenta
del uso de la magia, en las citas encontrarán algunos ejemplos de lo antes
mencionado, y particularmente en este dossier las colaboraciones aportan un
buen listado de referencias bibliográficas al respecto.
Para cerrar invitó a leer las reseñas que, aunque rompen
con la temática central del volumen, cada una son una invitación a conocer las
aportaciones bibliográficas publicadas por el Instituto Nacional de
Antropología e Historia. Finalmente, ahora sí, cabe decir que la portada del volumen 63 se ilustra con la fotografía de una de las
figuras de Fernando Botero, pintor y escultor colombiano, una de entre las
cinco esculturas monumentales que se expusieron en la explanada del Palacio de
Bellas Artes de México en marzo del 2012.
El autor es Benigno Casas.
Instituto Interdisciplinario de Estudios
Aplicados Lou Andreas Salomé, A.C.
Mederick Andrade, “¿Tecnología
lúdica? Entre la imagen digital y el juego”, en aion.mx, 6 de julio de 2015. Disponible en: http://aion.mx/reportaje/tecnologia-ludica-entre-la-imagen-digital-y-el-juego
; Beatriz Ramírez Grajeda, et al, “Subjetividad
y socialización en la era digital”, en Argumentos,
vol. 27, núm. 76, septiembre-diciembre, México, UAM-X, 2014, pp. 171-189.
Disponible en: http://www.redalyc.org/pdf/595/59537777009.pdf
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